Este es el apunte de las Guerras Púnicas
Las Guerras Púnicas fueron una serie de tres
guerras que enfrentaron entre los años 264 a. C. y
146 a. C. las dos principales potencias del Mediterráneo de la época:
Roma y Cartago.
La causa
principal del enfrentamiento entre ambas fue el conflicto de intereses entre
las existentes colonias de Cartago y la expansión de la República de Roma.
Al final de la Tercera Guerra Púnica, tras la muerte de
centenares de miles de soldados en ambos bandos, Roma conquistó todas las
posesiones cartaginesas y arrasó la ciudad de Cartago.
La Segunda Guerra Púnica
(218 a. C.-201 a. C.) es la más conocida de las tres, por
producirse durante la misma la famosa expedición militar de Aníbal contra Roma
cruzando los Alpes: partiendo desde el sur de Hispania, Aníbal condujo a su
ejército hacia el norte, cruzó los Alpes e invadió la Península Itálica desde
el norte, derrotando a todas las fuerzas que la República de Roma lanzó en su
contra. Se mantuvo con su ejército en Italia durante dieciséis años; Aníbal no
era capaz de poner Roma bajo asedio por no disponer de suficientes hombres, ya
que el cruce de los Alpes y las batallas posteriores supusieron la pérdida de
gran parte de sus soldados y elefantes de guerra. Roma no supo expulsar a
Aníbal de Italia, por lo que trasladó la guerra a Hispania confiando en que de
está manera Aníbal tendría que trasladarse fuera de Italia para combatir – Esto
no sucedió.
Sólo hasta que
los romanos llevaron la guerra a Cartago, Aníbal se vio forzado a salir de
Italia. En Cartago, Aníbal perdió frente a los romanos en la famosa batalla de
Zama.
Aunque la Hispania romana fue fundada tras la Segunda
Guerra Púnica; cabe añadir que los romanos no llegaron a este lugar con el fin
de conquistarlo, sino con el único objetivo de expulsar a los cartagineses.
Al finalizar la
Segunda Guerra Púnica en Hispania, Escipión fundó una ciudad a la que llamó
Itálica (Santiponce, provincia de Sevilla) destinada a servir de hospital para
los heridos durante los últimos enfrentamientos; dando así el primer paso de lo
que sería una ciudad de tipo romano. Sin embargo, tuvieron que transcurrir
algunos años para que Roma decidiera intervenir de modo sistemático en las
ciudades de Hispania. Fueron aproximadamente ocho años de paz para ésta. En el 198 a. C., Roma se asentó
en Hispania de manera permanente, cosa que fue un disgusto para los
pueblos indígenas de la Hispania; quienes se dieron cuenta de que Roma no iba
únicamente con las intenciones de expulsar a los cartagineses. Tras este
asentamiento, los tributos del Imperio romano se elevaron. Anteriormente, en el
205 a. C., Hispania había sido nombrada como parte del territorio romano; sin
embargo, hasta el 197 a. C., comenzaron las
primeras acciones administrativas; pues, se dividió a Hispania en Ulterior
—comprendía inicialmente el valle del Guadalquivir, aunque posteriormente
incluyó toda la parte occidental de la península Ibérica— y Citerior —en la
actual Andalucía.
La lucha por el control total de la Península Ibérica
duró aproximadamente doscientos años hasta que, el 19 a. C., los romanos
lograron aniquilar a los últimos «residentes» del territorio: los cántabros
y astures.